Un satélite de la Nasa confirma la "música de las esferas".
La atmósfera del Sol emite ondas sonoras 300 veces más graves que los tonos que pueda captar el oído humano.
Un satélite de la Nasa ha confirmado la ancestral tradición de la música de las esferas, según la cual los cuerpos celestes emiten sonidos armónico. Aunque la música de las esferas ha derivado primero en la noción de armonía universal y después en simetría, ahora se ha descubierto que la atmósfera del Sol emite realmente sonidos ultrasónicos y que interpreta una partitura formada por ondas que son aproximadamente 300 veces más graves que los tonos que pueda captar el oído humano.
La música de las esferas ha apasionado desde siempre a los estudiosos del Universo. Para los pitagóricos, los tonos emitidos por los planetas dependían de las proporciones aritméticas de sus órbitas alrededor de la Tierra, de la misma forma que la longitud de las cuerdas de una lira determina sus tonos. Las esferas más cercanas producen tonos graves que se agudizan a medida que la distancia aumenta. Lo más hermoso era que, segón ellos, los sonidos que producía cada esfera se combinaban con los sonidos de las demás esferas produciendo una sincronía sonora especial: la llamada "música de las esferas".
Para los pitagóricos, por tanto, el Universo manifiesta proporciones justas establecidas por ritmos y números que originan un canto armónico. El Cosmos, a sus ojos, es por tanto un sistema en que se integran las siete notas musicales con los siete cuerpos celestes conocidos entonces ( el Sol, la Luna y los cinco planetas visibles). A estos planetas se añadían tres esferas suplementarias que alcanzaban el 10, el número perfecto.
La misma armonía celestial fue descrita por Platón, cuando en Epinomis, declaró que los astros ejecutan la mejor de todas las canciones. Cicerón también se refirió en el Canto de Escipión, a ese sonido tan intenso como agradable que llenaba los oídos de su héroe y que se originaba en las órbitas celestes reguladas por intervalos desiguales que originaban diferentes sonidos armónicos.
La misma armonía celestial fue descrita por Platón, cuando en Epinomis, declaró que los astros ejecutan la mejor de todas las canciones. Cicerón también se refirió en el Canto de Escipión, a ese sonido tan intenso como agradable que llenaba los oídos de su héroe y que se originaba en las órbitas celestes reguladas por intervalos desiguales que originaban diferentes sonidos armónicos.
LA GRAN MUSICA DEL MUNDO
La tradición que
consideraba al Universo como un gran instrumento musical se prolonga durante la
Edad Media y hasta el siglo XVII, en el que tanto Kircher (que hablaba de “la
gran música del mundo”) como Fludd (que concebía un Universo monocorde en el
que los diez registros melódicos evocados por los pitagóricos traducían la
armonía de la creación), dejaron constancia de su vigencia. Un satélite de la Nasa confirma la "música de las esferas".
La atmósfera del Sol emite ondas sonoras 300 veces más graves que los tonos que pueda captar el oído humano.
Sin embargo, fue el
astrónomo J. Kepler quien estableció que un astro emite un sonido que es más agudo
tanto en cuanto su movimiento es más rápido, por lo que existen intervalos
musicales bien definidos que están asociados a los diferentes planetas. Kepler
postuló, en su obra Harmonices Mundi, que las velocidades angulares de cada
planeta producían sonidos.
De hecho, Kepler
llegó a componer seis melodías que se correspondían con los seis planetas del
sistema solar conocidos hasta entonces. Al combinarse, estas melodías podían
producir cuatro acordes distintos, siendo uno de ellos el acorde producido al
inicio del universo, y otro de ellos el que sonaría a su término.
De esta forma,
desde los pitagóricos, hasta la física moderna, todas las propuestas teóricas que
han pretendido explicar el mundo han utilizado la misma noción de armonía
evocada por Newton.
Después de Newton,
la armonía será invocada por los físicos para describir y comprender el mundo,
aunque de forma diferente. Einstein, por ejemplo, descubrió la Relatividad
porque estaba convencido de la armonía del Universo.
El nuevo lenguaje
de la física y la astrofísica hablan de espectros, frecuencias, resonancias,
vibraciones y de análisis armónico, según el cual una señal variable en el
tiempo puede describirse mediante una composición de funciones trigonométricas.
ARMONIA GEOMETRICA
Por lo general,
esta armonía universal es descrita más de forma matemática y geométrica que
musical: a finales del XIX, los físicos descubren que los rayos de emisión que
se producen de una des-excitación del átomo se expresan mediante una fórmula
única compuesta de números enteros similares a los intervalos musicales.
En la actualidad,
la armonía espectral se explica a través de la mecánica cuántica, ya que los
niveles de energía de los electrones de un átomo, que son discontinuos, se
pueden expresar también mediante números enteros.
Esta armonía oculta
ha adoptado así un nuevo nombre, la simetría, ya que la física actual emplea
las simetrías geométricas para describir, unificar y clasificar a las
partículas elementales y sus interacciones, así como para explicar los
diferentes modelos teóricos del Universo.
Por ejemplo, una de
las más recientes teorías físicas describe a las partículas elementales no como
corpúsculos, sino como vibraciones de minúsculas cuerdas, consideradas
entidades geométricas de una dimensión. Sus vibraciones se fundan en simetrías
matemáticas particulares que representan una prolongación de la visión
pitagórica del mundo y la recuperación, en la más moderna visión del mundo, de
la antigua creencia en la música de las esferas.
De KEPLER a TRACE
Un satélite enviado
al espacio, en abril de 1998 por la NASA, el Transition Region and Coronal
Explorer (TRACE), ha encontrado las primeras evidencias de música originada en
un cuerpo celeste, tal como habían imaginado los pitagóricos primero y Kepler
más tarde.
El TRACE tiene como
objetivo estudiar la turbulenta atmósfera superior del Sol o corona solar, en
la que se desencadenan tormentas y protuberancias. Está equipado con un
telescopio especial dirigido hacia la llamada "región de transición",
que se encuentra entre la superficie relativamente fría del Sol, la baja
atmósfera donde las temperaturas son más altas, y la alta atmósfera o corona,
mucho más caliente.
El TRACE posee una
resolución temporal diez veces superior y una resolución espacial 5 veces mayor
que la de cualquier otro observatorio solar. Gracias a sus características, los
astrónomos han podido descubrir la enorme complejidad de la corona solar y
obtener imágenes de vídeo del Sol en lugar de imágenes estáticas, lo que aporta
una dimensión temporal al estudio de la evolución a corto plazo de las
estrellas.
Ha sido con la ayuda de esta nueva herramienta cosmológica que los científicos han descubierto que la atmósfera del Sol realmente suena, tal como habian anticipado los pitagóricos y la tradición científica posterior, debido a que está llena de ultrasonidos en forma de ondas. Según este descubrimiento, la tradicional música de las esferas consiste en realidad en un "ultrasonido solar" que interpreta una partitura formada, según el satélite de la Nasa, por ondas 300 veces más profundas que el sonido de las vibraciones audibles por el oído humano, con una frecuencia de 100 mil Hertz en periodos de 10 segundos. Un Hertz es una frecuencia de un fenómeno periódico cuyo período es 1 segundo. El ser humano no puede escuchar sonidos de frecuencia menor a 15 Hz (sonidos infrasónicos), ni mayor de 20 kHz (sonidos supersónicos o ultrasónicos).
Las ondas ultrasónicas se producen, o bien por el choque repentino de flujos electromagnéticamente inducidos en la superficie solar, o bien por el choque de determinadas ondas de baja frecuencia sonora cuando éstas se levantan como las olas del mar desde la superficie del Sol.
Las ondas ultrasónicas se producen, o bien por el choque repentino de flujos electromagnéticamente inducidos en la superficie solar, o bien por el choque de determinadas ondas de baja frecuencia sonora cuando éstas se levantan como las olas del mar desde la superficie del Sol.
Ambas razones podrían explicar, además del sonido de la música de las esferas, otro viejo misterio de nuestro Sol: la fuente de calor extra con la que cuenta esta estrella en su superficie.
El 'coro de la Tierra' no puede ser percibido por el oído humano, ya que nuestros oídos no pueden captar ondas de radio directamente, pero podemos convertirlas en ondas sonoras por medio de un receptor de radio de muy baja frecuencia (VLF). Estas ondas fueron captadas el pasado 5 de septiembre (2012) por las sondas gemelas RBSP (Radiation Belt Storm Probes), lanzadas a bordo del cohete Atlas 5 hacia los cinturones de radiación de la Tierra.
"La gente ha sabido del coro desde hace décadas", explica el investigador principal Craig Kletzing, "los radio receptores están acostumbrados a recogerlos en sus equipos, y suenan parecidos al canto de los pájaros. Usualmente es más fácil escucharlos en la mañana, por lo que a veces se refieren a estos ruidos como el coro del amanecer", comentó el investigador.
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